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historia del arte del dibujo y la pintura

20 de Junio del 2009 a las 04:20:08 0 Leído (3820)

I PARTE EL DIBUJO


1 INTRODUCCIÓN

Dibujo, representación gráfica sobre una superficie, generalmente plana, por medio de líneas o sombras, de objetos reales o imaginarios o de formas puramente abstractas. El dibujo suele hacerse a lápiz, tiza, tinta o carboncillo, o combinando algunos de estos procedimientos.

La delineación de la forma sienta las bases de todas las artes visuales (incluso la escultura), por lo que el dibujo es una de las ramas más importantes de estudio en las escuelas de arte y arquitectura, así como en las de ingeniería. No obstante, este artículo se refiere al dibujo artístico, en comparación con el dibujo técnico.

2 DIBUJO LIBRE

El dibujo de los objetos visibles consiste esencialmente en el registro de la impresiones recibidas a través de la vista. Sin embargo, dado que no es posible presentar en un plano todos los aspectos visibles de un objeto, el arte del dibujo radica en la sugerencia, estimulando la imaginación del espectador para aportar lo que falta en la representación. La elección sobre qué registrar y qué omitir requiere una sensibilidad visual que se desarrolla con la experiencia. Un apunte es un dibujo que sólo muestra, de forma resumida, los detalles esenciales del objeto representado. En un buen apunte, el artista no sacrifica la aproximación de su impresión visual por conseguir un acabado pulido.

Los diferentes estilos de dibujo se distinguen por las formas en que se superan las limitaciones que impone el material monocromático con el que se trabaja. En los bosquejos, y en algunos apuntes, sólo se representan los contornos, los ángulos sobresalientes o los rasgos del objeto o escena que se representa. El arte chino y el japonés (véase Arte y arquitectura de China; Arte y arquitectura de Japón) constituyen un admirable ejemplo de la fuerza que tiene la línea pura, incluso sin color, para sugerir el más variado modelado de superficies y para recoger los detalles más minuciosos.

Por otra parte, las escuelas occidentales han dado mayor importancia a los valores tonales, en la representación de las gradaciones de claro a oscuro. Los artistas europeos han procurado conseguir los efectos deseados por medio de las gradaciones correspondientes en los tonos monocromos del dibujo. Es posible incluso sugerir, o interpretar, diferentes colores por medio del blanco y negro, representando cuidadosamente sus valores aparentes; por ejemplo, un rojo oscuro se indica con un sombreado más oscuro que el que se emplea para sugerir un azul claro o un amarillo. Los grandes artistas del renacimiento están a medio camino entre los exponentes japoneses de la línea pura y los modernos intérpretes occidentales de los valores tonales. Los dibujos de Rafael, Leonardo da Vinci y Miguel Ángel son notables por su pureza, vigor y delicadeza de líneas, así como por la maestría con que representan los volúmenes a través del sombreado.
3 TÉCNICA DE DIBUJO

Medios y estilos de dibujo El dibujo constituye la base de todas las artes visuales, y puede considerarse tanto un ejercicio preparatorio para otras técnicas como un fin en sí mismo. El lápiz, el carboncillo, la pluma, la aguada, la tiza (gis) y el pastel son los materiales que más se utilizan en el dibujo.

Los principios fundamentales del dibujo son los mismos para cualquiera de los medios empleados. Lo primero que hace el artista es observar el modelo con el que trabaja, que puede ser cualquier cosa, y hacer apuntes de las líneas estructurales dominantes, los contornos y las masas. Incorpora los detalles más importantes y hace las adaptaciones necesarias, dejando para el final los detalles menores. Estas diferentes etapas del dibujo requieren ligereza de trazo y seguridad en la línea.

Las técnicas de dibujo varían según el medio empleado. Durante siglos los dibujos se han hecho sobre muchas clases de superficies, desde paredes de cavernas, objetos de arcilla, yeso, papiros, pergamino, seda, tablas, bloques de piedra y láminas de metal (véase Grabado) y, especialmente, sobre papel de diferentes consistencias y tonos. Los utensilios de dibujo más comunes son el lápiz, la pluma o el pincel, la tinta, el clarión o crayón negro o rojo y el carboncillo. La pluma es el más riguroso de todos ellos, ya que produce una señal indeleble difícil de alterar. Para expresar los colores se utilizan puntos, líneas muy apretadas y sombreado cruzado. Los maestros del dibujo a pluma deben ser maestros de la línea pura. Tanto con el carboncillo, como con el pincel, el artista debe “pintar” sobre el papel, ya que estos medios hacen casi imposible dibujar líneas finas. El lápiz y el clarión requieren el uso de la línea, pero permiten también trazos gruesos y suaves y sombreados difuminados. Se consiguen dibujos muy reales utilizando un papel coloreado, gris o azul pálido, sobre el que se indican los toques de luz con tiza, clarión blanco o con el pigmento llamado blanco de China; las sombras más oscuras y las masas se marcan a lápiz, dejando el tono del papel para representar los valores intermedios. Los grandes maestros del renacimiento desconocían el familiar lápiz de grafito, que es un invento del siglo XVI, y utilizaban a veces un instrumento con punta de plomo o de plata, con el que se conseguía una línea gris claro sobre pergamino o papel grueso, pero lo que más utilizaban era la tiza roja. También se dibujaba con pluma de ave hasta que ésta fue desbancada por la moderna pluma de acero.

4 DIBUJO DE PERSPECTIVA

El dibujo de perspectiva se encuentra entre el dibujo libre o pictórico y el instrumental o mecánico. Pretende representar el aspecto tridimensional real de un objeto desde un punto de vista dado; se refiere menos a la interpretación personal y artística que a la resolución científica. Se presenta el objeto con toda la distorsión angular y el escorzo con que lo percibe el ojo, pero los ángulos, dimensiones, distorsión y escorzo exactos de cada parte se determinan por medio de procesos matemáticos y no por medio de simples impresiones visuales.

Un dibujo de perspectiva, trazado científicamente de este modo en un apunte, puede terminarse con líneas adicionales de color, luz y sombra y con elementos incidentales realizados de una manera pictórica, como en el dibujo libre; entonces pasa de la categoría de dibujo científico a la de artístico. De hecho, ningún artista puede dominar la representación correcta de la forma, en especial de paisajes y arquitecturas, si no ha estudiado la perspectiva; es, en consecuencia, una importante asignatura en todas las escuelas de arte. Resulta indispensable para los pintores de decorados teatrales y constituye la base de los trampantojos. El tratamiento de la perspectiva es muy diferente en los dibujos japoneses; en casi todos los casos se parte de un punto de vista alto, consiguiendo un efecto denominado perspectiva de vista de pájaro.

5 HISTORIA

Los dibujos en las paredes de las cuevas del paleolítico superior, denotan un alto grado de complejidad y demuestran que el arte del dibujo estaba ya desarrollado en la época prehistórica.

5.1 Dibujo prehistórico, antiguo y medieval

Durante el paleolítico superior en África, Asia y Europa se realizaron dibujos realistas de animales, aparentemente con connotaciones religiosas; se tallaban en hueso y se pintaban en las rocas o en el interior de las cuevas, como en Altamira (España) y Lascaux (Francia).

En el antiguo Egipto se utilizaban como modelos para la pintura y la escultura dibujos a tinta sobre papiros y fragmentos de vasijas incisos con figuras y motivos, como ocurría en Mesopotamia con los dibujos tallados en tablillas de arcilla. Estos dibujos, marcados en un principio por la estricta representación frontal y la exageración de las formas, fueron dejando paso a un mayor naturalismo, como en el arte de los reinados de Ajnatón en Egipto y de Assurbanipal en Asiria.

Unos cuantos dibujos preparatorios de origen griego y romano han llegado hasta nosotros, sobre tabla, pergamino, metal, piedra o marfil. Los dibujos terminados, tal como se ven en las vasijas griegas, indican la evolución desde el arcaísmo estilizado a la idealización clásica de la naturaleza, e incluso al tratamiento naturalista de la forma humana. En cuanto al dibujo romano, era en general realista, si bien continuaba mostrando influencias griegas.

En los monasterios de la Europa medieval, los textos religiosos eran inscritos en pergamino, y después embellecidos con iniciales, márgenes decorados y escenas miniadas (véase Manuscritos miniados). En la Europa románica, se utilizaban los dibujos como modelo en la mencionada iluminación de manuscritos y también como cartones o estudios, para frescos, esculturas, y otras modalidades artísticas. Los temas solían ser tratados como símbolos estilizados de principios religiosos. Este punto de vista se transformó en el periodo gótico; el cambio quedó reflejado en los dibujos a punta de plata y a pluma de los artistas flamencos Jan van Eyck y Rogier van der Weyden, que estudiaban la naturaleza buscando la veracidad de su representación.

5.2 Dibujos renacentistas, barrocos y del siglo XVIII

Durante el renacimiento, el redescubrimiento humanista del clasicismo grecorromano, la invención de la imprenta y la gran variedad de papeles y de utensilios disponibles, impulsaron el desarrollo del arte del dibujo. Ya sea como estudios preparatorios para pinturas o esculturas o, por primera vez en Occidente, como obras de arte independientes, las obras maestras del dibujo de los artistas renacentistas revelan comprensión de las formas naturales y su idealización. Entre los dibujos italianos más sobresalientes, realizados a tiza, punta de plata y pluma, se encuentran los dibujos anatómicos y científicos de Leonardo da Vinci y los dibujos de figuras de Miguel Ángel y de Rafael. Los dibujos de Tintoretto y de los manieristas Jacopo da Pontormo y El Greco son más expresivos desde el punto de vista personal. Los del artista flamenco El Bosco nos resultan, ahora, parejos a los surrealistas. Un realismo perspicaz caracteriza los dibujos del flamenco Pieter Brueghel el Viejo y de los alemanes Alberto Durero y Hans Holbein el Joven.

Los dibujos del siglo XVII tienden a expresar un dramatismo y una energía de corte barrocos, como denotan las obras a pincel, pluma y aguada de Rembrandt y los retratos a tiza y a clarión del flamenco Petrus Paulus Rubens, en contraste con el apacible orden arquitectónico de algunos estudios a pluma y aguada del francés Nicolas Poussin.

5.3 Dibujos de los siglos XIX y XX

El creciente ritmo de cambio político y económico de la época moderna quedó reflejado en la gran variedad de estilos artísticos, procedentes sobre todo de París: el neoclasicismo resurgente de las tensas figuras lineales y de los retratos de J. A. D. Ingres competía con el romántico dramatismo tonal de los dibujos de Eugène Delacroix y de Théodore Géricault; Gustave Courbet empleaba tonos sombreados para imponer su realismo agresivo; Honoré Daumier dibujaba numerosas caricaturas satíricas.

Precedido por los dibujos de matices atmosféricos de los paisajistas ingleses John Constable y J. M. W. Turner, Claude Monet dio origen a un estilo de dibujo que se caracteriza por una textura de línea de factura suelta para definir los objetos como masas borrosas. Vincent van Gogh, con sus trazos paralelos, consiguió un dibujo mucho más abierto que las masas planas de su colega Paul Gauguin. Paul Cézanne establecía los planos estructurales por medio de líneas quebradas. En sus dibujos a carboncillo, Georges Seurat aprovechó al máximo la textura del papel para conseguir ambientes brumosos.

En el siglo XX el cubismo analítico de los dibujos de bodegones y retratos de Pablo Picasso y de Georges Braque desembocó, con el tiempo, en un dibujo constructivista y minimalista más abstracto. El surrealismo francés y el expresionismo abstracto estadounidense inspiraron dibujos más abiertos y espontáneos. También se empezaron a explorar la textura, las escalas y el collage, al tiempo que continuaba el interés por los dibujos de contorno tradicionales. El punto de vista realista queda patente en los dibujos de George Bellows y Edward Hopper, en Estados Unidos, y de los realistas sociales Käthe Kollwitz, en Alemania, y Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, en México. El dibujo de finales del siglo XX presenta gran variedad y se combina creativamente con las técnicas de imprenta.

5.4 Dibujos no occidentales

En China, Japón y Corea casi no se hace distinción entre las modalidades artísticas del dibujo, la pintura y la caligrafía. Cada ideograma (véase Alfabeto) es a la vez símbolo y dibujo sacados de la naturaleza. Si bien el dibujo más antiguo, que representaba figuras religiosas, muestra líneas uniformes, los paisajes posteriores y otros dibujos profanos incorporan frecuentemente trazos caligráficos que permiten un mayor modelado de la forma. El color está considerado como un simple accesorio decorativo. Los monjes budistas Zen desarrollaron la intuitiva técnica de las ‘salpicaduras de tinta’, de la que uno de sus mayores exponentes fue el artista chino del siglo XIII Mugi Fuchang.

Los artistas islámicos primitivos (véase Arte y arquitectura islámicas) realizaron intrincadas abstracciones florales y geométricas, influidos por la caligrafía árabe y por su religión, que prohibe la representación de seres vivos. Los dibujos posteriores, sobre todo los empleados en la iluminación de los manuscritos persas, representaban escenas figurativas, bajo la influencia de los estilos chinos y del realismo europeo y, a su vez, inspiraron el estilo de dibujo que se hizo en Turquía y en la India durante los siglos XVI y XVII.

II PARTE LA PINTURA

1. INTRODUCCIÓN

Pintura, arte de representar imágenes reales, ficticias o, simplemente, abstractas sobre una superficie, que puede ser de naturaleza muy diversa, por medio de pigmentos mezclados con otras sustancias orgánicas o sintéticas.

2 MEDIOS, TÉCNICAS Y ESTILOS

A lo largo de la historia, la pintura ha adoptado diferentes formas, según los distintos medios y técnicas utilizadas. Hasta el siglo XX, se ha venido apoyando, casi invariablemente, en el arte del dibujo. En Occidente, la pintura al fresco, que alcanzó su mayor grado de desarrollo a finales de la edad media y durante el renacimiento, se basa en la aplicación de pintura sobre yeso fresco o seco. Otra variedad antigua es la pintura al temple, que consiste en aplicar pigmentos en polvo mezclados con yema de huevo sobre una superficie preparada, que suele ser un lienzo sobre tabla. Durante el renacimiento, la pintura al óleo vino a ocupar el lugar del fresco y del temple; tradicionalmente se pensaba que esta técnica había sido desarrollada a finales de la edad media por los hermanos flamencos Jan van Eyck y Hubert van Eyck, pero en la actualidad se cree que fue inventada mucho antes. Otras técnicas de pintura son el esmalte, la encáustica, el guache, la grisalla y la acuarela. En los últimos años se ha extendido el uso de las pinturas acrílicas, con base de agua, de rápido secado y que no se oscurecen con el paso del tiempo.

A lo largo de los siglos, se han venido sucediendo diferentes métodos y estilos artísticos, así como teorías relacionadas con la finalidad del arte para, en algunos casos, reaparecer en épocas posteriores con alguna modificación. En el renacimiento, la pintura al fresco en muros y techos cedió el paso a la pintura de caballete al óleo, pero ha vuelto a cobrar actualidad en el siglo XX con las obras de los muralistas mexicanos. La necesidad de expresar una emoción intensa por medio del arte une a pintores tan diferentes como el español El Greco, del siglo XVI, y los expresionistas alemanes del siglo XX. En el polo opuesto de los intentos de los expresionistas por revelar la realidad interior, siempre ha habido pintores empeñados en representar exactamente los aspectos exteriores. El realismo y el simbolismo, la contención clásica y la pasión romántica, se han ido alternando a lo largo de la historia de la pintura, revelando afinidades e influencias significativas.

3 PINTURA PREHISTÓRICA Y ANTIGUA

Las pinturas más antiguas que se conocen fueron realizadas en las paredes de las cuevas que servían de abrigo a la especie humana hace 30.000 años, durante el periodo paleolítico. Hay muestras del arte paleolítico en emplazamientos de Europa occidental, del África sahariana y del sur, y en Australia. En algunas zonas, como el litoral mediterráneo, el desarrollo de la pintura continuó en el periodo neolítico

3.1 Pinturas rupestres

Las pinturas que se conservan en las cuevas de España (Altamira) y del sur de Francia representan, con increíble exactitud, bisontes, caballos y ciervos. Estas representaciones están realizadas con pigmentos extraídos de la tierra, compuestos de diferentes minerales pulverizados y mezclados con grasa animal, clara de huevo, extractos de plantas, cola de pescado e, incluso, sangre; se aplicaban con pinceles hechos de varitas y juncos o se soplaban sobre la pared. Estas pinturas debían desempeñar una función en los rituales mágicos, aunque no se conoce con certeza su naturaleza exacta. Por ejemplo, en una pintura rupestre de Lascaux, Francia, aparece un hombre entre los animales junto a varios puntos oscuros; aunque su exacto significado permanece desconocido, demuestra la presencia de una conciencia espiritual y la capacidad de expresarla por medio de imágenes, signos y símbolos.

3.2 Pintura egipcia

Hace más de 5.000 años los artistas egipcios empezaron a pintar los muros de las tumbas de los faraones con representaciones mitológicas y escenas de las actividades cotidianas, como la caza, la pesca, la agricultura o la celebración de banquetes. Igual que en la escultura egipcia, prevalecen dos constantes estilísticas. En primer lugar, las imágenes, más conceptuales que realistas, presentan los rasgos anatómicos más característicos, combinando las vistas frontales y de perfil de la misma figura; en segundo lugar, la escala de las figuras indica la importancia de las mismas, y así el faraón aparece más alto que su consorte, hijos o cortesanos.

3.3 Pintura minoica

Los minoicos decoraron con pinturas realistas, de gran viveza, las paredes de sus palacios en Creta y también la cerámica. Por ejemplo, el famoso fresco El salto del toro (c. 1500 a.C., Museo de Heraklion, Creta) recrea un juego ritual entre personas y un toro. La vida del mar era un tema frecuente, como en el fresco que representa a un delfín (c. 1500 a.C.), que se encuentra en las paredes del palacio del legendario rey Minos, en Knósos, o en el jarrón del pulpo (c. 1500 a.C., Museo de Heraklion), una vasija globular sobre cuya superficie ondulan los tentáculos de un pulpo, que definen y realzan su forma. Véase Civilización del Egeo.

3.4 Pintura griega

Con excepción de algunos fragmentos, no hay vestigios de los murales griegos. Sin embargo, las representaciones naturalistas de escenas mitológicas en la cerámica griega pueden arrojar alguna luz sobre cómo era esa pintura de gran formato. En la era helenística, las escenas y motivos representados en los mosaicos son también probablemente el eco de pinturas monumentales realizadas con otras técnicas que no han llegado hasta nosotros.

3.5 Pintura romana

Los romanos decoraban sus villas con suelos de mosaicos y exquisitos frescos representando rituales, mitos, paisajes, naturalezas muertas o bodegones, y escenas cotidianas. Los artistas romanos conseguían crear la ilusión de realidad, utilizando la técnica conocida como perspectiva aérea, mediante la que se representan de forma más borrosa los colores y contornos de los objetos más distantes para conseguir efectos espaciales. En las excavaciones realizadas en las ciudades de Pompeya y Herculano, que quedaron enterradas por la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era, se ha recuperado una colección de pintura romana, tanto civil como religiosa.

3.6 Pintura paleocristiana y bizantina

Las muestras de pintura paleocristiana que han llegado hasta nosotros datan de los siglos III y IV y son los frescos de las catacumbas, en los que se representan escenas del Nuevo Testamento, cuya característica son ciertas estilizaciones y convencionalismos artísticos procedentes del mundo clásico. Por ejemplo, Jesús aparecía como el Buen Pastor, con una figura adoptada de las representaciones del dios griego Hermes; para simbolizar la resurrección se representaba la historia de Jonás liberado de la ballena, según el Antiguo Testamento. Entre las obras más extraordinarias de este periodo paleocristiano se encuentran los mosaicos del siglo VI de las iglesias de Ravena, Italia, destacando los de San Vital, en los que están representados temas tanto espirituales como profanos. Las figuras estilizadas y alargadas que decoran las paredes de la iglesia, vistas casi de frente, miran al espectador con los ojos muy abiertos y parecen flotar ingrávidas y atemporales.

Esta presentación poco terrenal pasó a ser característica del arte bizantino y el estilo quedó vinculado a la corte imperial cristiana de Constantinopla, que perduró del año 330 al 1453. El estilo bizantino aparece también en los iconos, pinturas convencionales sobre tabla, destinadas al culto, que representan a Jesucristo, la Virgen y los santos. En los manuscritos miniados tanto de textos laicos, los textos de Virgilio (siglo IV o principios del V, Biblioteca Vaticana, Roma), como de escritos cristianos (el Salterio de París siglo X, Biblioteca Nacional, París), se aprecian vestigios del estilo grecorromano.

4 PINTURA PREHISPÁNICA EN AMÉRICA

Las pinturas murales de Teotihuacán y las poblaciones vecinas de Tetitla y Tepentitla expresan la visión de la creación del Universo según los antiguos mesoamericanos que poblaron esa zona, situada en el norte y el centro de América, entre los siglos II a.C. y VIII d.C. La descripción del viaje que emprende el alma a través de lo que en términos cristianos se llamaría cielo e infierno refleja la inquietud respecto a la trascendencia del ser humano que no se conforma con su existencia terrenal. Alegorías de lo más preciado, como el agua, la sangre, la vida, la serenidad, están reflejadas en los frescos dedicados a Tláloc, deidad de la lluvia, y al paraíso que ofrece cada vez que se prodiga.

Además de los códices, o escenas de la vida y la historia prehispánicas plasmadas en libros pintados, sobresalen las pinturas murales de Cacaxtla, en Tlaxcala, y de Bonampak, en Yucatán (México). En ellas quedaron plasmadas vivas escenas bélicas y ceremoniales donde resalta el dramatismo del dolor y el orgullo del triunfo. El uso de los colores —como el fondo azul característico maya— y del detalle, en los innumerables giros y atributos de las vestimentas de los personajes que lucen excelsos penachos, armamentos, joyería, calzados, máscaras, sientan las bases de un pilar fundamental de la plástica americana. En un detalle de los frescos de Bonampak (c. 785 d.C.) se ve a un prisionero desmayado sobre una escalinata en uno de los escorzos más logrados de la pintura antigua. Es digno de mención el hecho de que pasarían unos siglos hasta que las culturas de América tuvieran contacto con las europeas y, por tanto, se desarrollaron sin ninguna influencia extracontinental.

5 PINTURA MEDIEVAL

El arte de la edad media —que se desarrolló fuera del Imperio bizantino y dentro de lo que eran las fronteras del norte del mundo romano— puede clasificarse según sus rasgos estilísticos distintivos. El arte celta, que floreció entre los siglos V y IX en los monasterios de diferentes zonas de las islas Británicas, se basaba sobre todo en intrincados dibujos caligráficos. Se realizaron manuscritos miniados muy decorados, como los Evangelios de Lindisfarne (c. 698-721, Museo Británico, Londres), con elaborados motivos lineales, planos, en los que se combinan elementos celtas y germánicos. En el periodo románico, durante los siglos XI y XII, los manuscritos del norte de Europa no denotaban ningún estilo concreto; algunas iluminaciones eran de inspiración clásica, mientras que otras señalaban un nuevo estilo de dibujo, enérgico y muy acusado (véase Románico). En el periodo gótico que siguió, desde fin del siglo XII hasta el comienzo del renacimiento italiano, se introdujo un gran repertorio de medios técnicos, y la pintura dejó de ser exclusiva de los monasterios.

5.1 Pintura gótica

Durante el principio del periodo gótico, la estructura de las catedrales concedía mayor importancia a las ventanas, por lo que las vidrieras desempeñaron un papel más prominente en el arte que los manuscritos miniados. Los artistas laicos instalaron sus talleres en París y en otros centros importantes, produciendo elaborados manuscritos miniados para los clientes reales. Hasta nosotros han llegado pinturas de temas seglares realizadas en aquel periodo, sobre todo en Italia. En el Palazzo Pubblico de Siena, Ambrogio Lorenzetti pintó unos frescos, entre 1338 y 1339, que representan la vida ciudadana y campesina del siglo XIV, y en la sala del consejo del ayuntamiento se conserva un retrato ecuestre, pintado por Simone Martini en el que aparece un héroe militar local, con su campamento como telón de fondo.

5.2 Estilo gótico internacional

La fusión de las tradiciones artísticas del norte de Europa y de Italia que tuvo lugar a principios del siglo XV, se conoce como estilo gótico internacional. Entre las muchas características que definen la pintura de este periodo se encuentra la exquisita atención a los detalles, que denota una perspicaz observación de los seres humanos y de la naturaleza por parte del pintor. A principios de la década de 1400, los hermanos Limbourg se trasladaron de Flandes a Francia; allí, por encargo de Jean de France, duque de Berry, crearon el magnífico libro de horas Las muy ricas horas del duque de Berry (1413-1416, Museo Condé, Chantilly, Francia). Es una de las obras más importantes del estilo gótico internacional y sus páginas de calendario retratan la vida campesina y la de la nobleza; constituye un brillante documento sobre el vestido, actividades y arquitectura de la época. Aunque se trata de ilustraciones a toda página, las figuras son pequeñas y tienen que compartir la atención del lector con otras imágenes.

5.3 Giotto

Por contraste, unos 100 años antes que los hermanos Limbourg, el pintor italiano Giotto había conferido a la figura humana un tamaño y dignidad monumentales, haciéndola protagonista de la historia. Con su obra revolucionó la pintura italiana, y sus descubrimientos, junto con los de otros artistas, terminaron por influir en la pintura del norte. En la capilla de la Arena, en Padua, se conservan los soberbios frescos pintados por Giotto, entre 1305 y 1306, sobre las vidas de Jesús y de la Virgen. El artista pintó también retablos de madera de gran formato, como otros muchos pintores del fin de la época medieval.



6 PINTURA RENACENTISTA

El término renacimiento describe la revolución cultural de los siglos XV y XVI originada en Italia por el despertar del interés hacia la cultura clásica y por una fuerte confianza en el individualismo. Véase Renacimiento (arte y arquitectura). Se seguía rindiendo culto a los logros de la antigüedad, pero al mismo tiempo se producía una reactivación intelectual y cultural. Por ejemplo, hacia 1427, Masaccio—uno de los grandes innovadores del periodo— realizó, en la capilla Brancacci de la iglesia de Santa Maria del Carmine, en Florencia, una notable serie de frescos que revelan su atenta observación del comportamiento humano, al tiempo que demuestran su conocimiento del arte antiguo. En La expulsión del Paraíso, su Adán y Eva están realmente avergonzados; la postura de Eva, intentando cubrirse el cuerpo con los brazos, está basada en una actitud característica de la escultura clásica, conocida como la Venus Púdica.

Las iglesias y edificios seglares de Italia y los museos de todo el mundo ofrecen una gran cantidad de la pintura renacentista italiana.

6.1 Pintura renacentista temprana

El desarrollo de los principios de la perspectiva lineal, llevado a cabo por varios arquitectos y escultores a principios del siglo XV, permitió a los pintores conseguir, por medio de la representación bidimensional, la ilusión del espacio tridimensional. Muchos de los artistas del primer renacimiento —como Paolo Uccello, Piero della Francesca y Andrea Mantegna— se valieron del empleo dramático de la perspectiva y del escorzo en su dibujo para producir la ilusión de la prolongación de un objeto o figura en el espacio. La exploración de la anatomía condujo a un mayor entendimiento de la representación de la forma humana. También se empezaba a utilizar la pintura al óleo, desafiando a la antigua supremacía del temple y del fresco. Los pintores que explotaban el potencial de la nueva técnica trabajaban superponiendo estratos de veladuras de óleo transparentes y los lienzos sustituyeron a las antiguas tablas. Algo más tarde, otros artistas, sobre todo los que trabajaban en Venecia —especialmente Domenico Veneziano, Giovanni Bellini y Giorgione— destacaron por los tonos cálidos de sus óleos.

6.2 Pintura del alto renacimiento

Los maestros del alto renacimiento fueron Leonardo da Vinci, Rafael, Miguel Ángel y Tiziano. Paradójicamente, Leonardo sólo dejó un puñado de obras, pues dedicó la mayor parte de su tiempo a la observación científica de los fenómenos y a los inventos técnicos. Realizaba continuos experimentos con pigmentos oleosos sobre yeso seco, y a ello se debe el deterioro de los murales que han llegado hasta nuestros días, como es el caso de La última cena (1495-1497, Santa Maria delle Grazie, Milán). Rafael perfeccionó los anteriores descubrimientos renacentistas en materia de color y de composición, creando tipos ideales en sus representaciones de la Virgen y del Niño y en sus estudios de retratos de sus coetáneos. La Capilla Sixtina del Vaticano, en Roma, con sus frescos de la creación y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso en la bóveda (1508-1512) y el gran mural del Juicio Final (1536-1541), dan fe del genio pictórico de Miguel Ángel. Un estilo de pintura colorista alcanzó su clímax en Venecia con las obras de Tiziano, cuyos retratos denotan un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Entre sus obras maestras se incluyen también representaciones de temas cristianos y mitológicos, así como numerosos desnudos femeninos, famosos en su género.

6.3 Manierismo

Hacia 1520, surgió en Italia un estilo sofisticado y artificioso, muy intelectual, conocido como manierismo. Se confería más importancia a la complejidad y a la distorsión que a la armonía de las líneas, al color o a la composición; en el manierismo, hasta las pinturas religiosas resultaban inquietantes para el espectador. Entre los pintores de este estilo destacan Pontormo, Rosso Fiorentino, Parmigianino, Tintoretto y Bronzino. El más conocido de los manieristas tardíos es El Greco, que, aunque formado en Italia, se estableció en España. Su manera, intensamente emocional, de abordar los temas confería un fuerte sentido apocalíptico a sus obras, hasta a los paisajes, como por ejemplo su Vista de Toledo (c. 1600-1610, Museo Metropolitano de Arte de Nueva York).

6.4 Pintura renacentista del norte de Europa

La influencia del renacimiento italiano alcanzó el norte de Europa a principios del siglo XV, pero esta renovación de la actividad artística y cultural no se basaba en la antigüedad clásica, sino que estaba más bien marcada por un gran interés hacia los seres humanos y su entorno, y a la meticulosa representación pictórica de los detalles naturales. Hablando en general, el interés por el arte antiguo y el conocimiento de la perspectiva lineal no se desarrollaron en el norte hasta el siglo XVI e, incluso entonces, no todos los artistas sacaban provecho de los descubrimientos hechos en Italia.
Uno de los pintores holandeses más importantes del siglo XV fue Jan van Eyck que, con la colaboración de su hermano Hubert, pintó el políptico del retablo El cordero místico (terminado en 1432, iglesia de San Bavón, Gante, Bélgica). En sus paneles hay cientos de figuras rodeadas de una gran variedad de vegetación, tan fielmente representada que se pueden identificar más de treinta especies de plantas. Entre los artistas flamencos de la época destacan Rogier van der Weyden, cuyas pinturas religiosas se centran en el drama emocional; Hans Memling, creador de figuras delicadas y llenas de gracia sobre fondos etéreos; y Hugo van der Goes, que, por encargo de la familia Portinari, pintó un soberbio retablo (c. 1476, Uffizi, Florencia) con gran riqueza de detalles. Todos estos artistas se caracterizaban por el uso de símbolos, o iconografía. El significado de los objetos no estaba en sí mismos sino que transmitían ideas abstractas; por ejemplo, una vasija de cristal simbolizaba pureza. En la Europa nórdica de entonces se entendía poco la perspectiva lineal; sin embargo, los logros de la pintura flamenca y holandesa en las técnicas del temple y del óleo no han sido superados.

El pintor francés más importante de la época fue Jean Fouquet, notable retratista y miniaturista, cuya obra denota la influencia tanto del anterior arte flamenco como de la pintura italiana contemporánea. La visita que realizó a Italia en la década de 1440 queda patente en la representación de una iglesia renacentista italiana en el fondo de uno de los cuerpos de la obra devocional conocida como Díptico de Melun (c. 1450). Una de las tablas se encuentra en el Staatliche Museen de Berlín y la otra en el Real Museo de Bellas Artes de Amberes, Bélgica.

A principios de la década de 1500 surgieron obras maestras de pintores más interesados en el valor expresivo de sus temas que en la perspectiva, la anatomía y las proporciones correctas. Buen ejemplo de ello es el tríptico El jardín de las delicias (c. 1505-1510, Museo del Prado, Madrid), del pintor holandés El Bosco; se trata de un conglomerado surrealista de formas humanas y animales, sensualmente sugestivas, y de extrañas plantas. Otro ejemplo de la exageración de la forma humana, característica del norte en el siglo XVI, es el Retablo del altar de Isenheim (1512-c. 1515, Museo de Unterlinden, Colmar, Francia), obra conmovedora del pintor alemán Matthias Grünewald. Por contraste, otro artista alemán, Alberto Durero, el auténtico genio renacentista del norte, es conocido por su soberbia manera de representar la figura humana. Durero era un humanista, cuya curiosidad científica era comparable a la de Leonardo, y se inspiraba en el filósofo holandés Erasmo de Rotterdam y en Martin Lutero, como queda patente en el grabado El caballero, la Muerte y el Diablo (1513) y en los cuadros gemelos de Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek, Munich), obras en las que demuestra sus notables cualidades como dibujante. Otro conocido artista, alemán de nacimiento, fue Hans Holbein el Joven, recordado sobre todo por sus retratos, entre los que destacan el de Enrique VIII y el de Tomás Moro.

Entre los pintores holandeses del siglo XVI sobresale Pieter Brueghel el Viejo, con sus notables escenas de la vida campesina, muchas de las cuales son comentarios satíricos sobre la locura humana. Las atractivas obras de Brueghel sobre mitos, parábolas y proverbios eran tan apreciadas en el siglo XVI como lo siguen siendo en la actualidad.

7 PINTURA BARROCA

El arte barroco del siglo XVII se caracteriza por su aspecto dinámico, en contraste con el estilo clásico, relativamente estático, del renacimiento. Esta tendencia se distingue por las líneas compositivas diagonales, que proporcionan el sentido del movimiento, y por el empleo de un marcado claroscuro. Con ambas técnicas se consiguió un estilo dramático, grandioso, apropiado al espíritu fundamental de la Contrarreforma. Muchos pintores de principios del siglo XVII empezaron también a desviarse de la artificialidad del manierismo en un intento por volver a un reflejo más exacto del mundo natural.

7.1 Barroco italiano

En Italia, el periodo barroco fue una época de innovación artística. Numerosos palacios romanos están decorados con los espléndidos frescos de Annibale Carracci, Guido Reni, Guercino y Pietro da Cortona, hasta cierto punto inspirados en los murales realizados por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Entre los innovadores artistas del barroco italiano fue probablemente Caravaggio quien, con su estilo denominado tenebrista, de fuertes efectos de claroscuro tanto en las pinturas religiosas como en las de género, más influencia ejerció sobre otros pintores italianos, como Orazio Gentileschi y su hija Artemisia, y sobre el arte europeo en general.

7.2 Barroco francés

Dos pintores franceses en particular asimilaron el estilo de Caravaggio. Georges de la Tour, en principio pintor de temas religiosos, fue un maestro de la luz y la sombra: su virtuosismo queda patente en su manera de iluminar los rostros y las manos, con la luz de una sola vela, consiguiendo unas carnaciones casi translúcidas. Louis Le Nain empleó también dramáticamente la luz en sus obras de gran formato sobre la vida campesina. Sin embargo, en general, los artistas franceses barrocos hacían gala de una moderación clásica que aportaba claridad, equilibrio y armonía a sus obras. Este extremo se puede apreciar tanto en los temas clásicos de Nicolas Poussin, como en los paisajes oníricos de Claudio de Lorena, y resulta significativo que ambos artistas desarrollaran gran parte de su carrera en Italia.

7.3 Barroco español

Tanto José de Ribera como Francisco de Zurbarán asimilaron el tenebrismo de Caravaggio, si bien cada uno aportó intereses y tendencias diferentes a su obra. Ribera podía ser brutalmente realista, como en Ticio (1632, Museo del Prado, Madrid), mientras que los cuadros religiosos de Zurbarán estaban imbuidos de misticismo español y, también como Caravaggio, destacaba en la pintura de bodegones. El artista español más importante de la época fue Diego Velázquez, pintor de Felipe IV, consumado maestro del tono y del color. Abordaba sus temas con objetividad, desapasionadamente, pero de forma realista al retratar a los miembros de la familia real, cuyo entorno queda reflejado en su obra maestra Las Meninas (1656, Museo del Prado), donde, como símbolo de veracidad, incluso se autorretrató ante el caballete.

7.4 Barroco latinoamericano

En pintura, la obra de Francisco de Zurbarán causó un profundo impacto en artistas como Sebastián López de Arteaga, José Juárez y Melchor Pérez de Holguín. A finales del siglo XVII y principios del XVIII, la escuela sevillana de Bartolomé Esteban Murillo y, en menor medida, de Juan de Valdés Leal, ejerció una gran influencia en algunos pintores del Nuevo Mundo como el mexicano Juan Rodríguez Juárez y el colombiano Gregorio Vázquez de Arce. Así mismo, fue decisiva la llegada a finales del siglo XVII de artistas europeos como el flamenco Simón Pereyns, los españoles Alonso López de Heredia y Alonso Vázquez, o el italiano Mateo Pérez de Alesio. Los pintores de la escuela cuzqueña combinaron las formas decorativas indígenas con las europeas, en especial las de la escuela flamenca, siempre ricamente decoradas en oro.

7.5 Barroco flamenco

La obra del maestro flamenco barroco, Petrus Paulus Rubens, había recibido también fuertes influencias del tenebrismo de Caravaggio, así como de los grandes coloristas venecianos Tiziano y Veronés. Rubens alcanzó tal nivel de popularidad que fundó un gran taller en Amberes, con asistentes que le ayudaban a sacar adelante el gran número de encargos que recibía de las autoridades, la iglesia, la realeza y de sus clientes particulares. Su prolífica obra abarca retratos, una gran producción de pintura religiosa, leyendas clásicas y temas mitológicos y de historia; toda ella expresa la exuberancia del estilo barroco y deja patente la propia vitalidad de espíritu del pintor. Estos cuadros, de gran formato, de composición dramática y de línea fluida, están cargados de colorido y de luz vibrantes. Se puede apreciar la manera que tenía Rubens de contrastar la luz y la sombra, y su amplia gama de temas, sólo con mirar dos de sus obras: Triunfo de la eucaristía sobre la idolatría (1628, Museo del Prado), de gran movimiento compositivo, y El sombrero de paja (c. 1620, National Gallery, Londres), tierno retrato de una hermosa joven.

Anthony van Dyck, uno de los ayudantes de Rubens, alcanzó la fama con sus retratos de los miembros de la corte de Carlos I de Inglaterra. Estas obras están imbuidas de la elegancia y cuidado del detalle que caracterizan a Rubens y ejercieron una enorme influencia sobre el estilo de los retratistas ingleses del siglo XVIII.

7.6 Barroco holandés

Fueron muchísimos los pintores que surgieron en los Países Bajos durante el siglo XVII, pero Rembrandt los superó a todos. Sus primeras obras, como El cambista (1627), denotan la influencia de Caravaggio; sus obras posteriores, como por ejemplo el Autorretrato de 1659 (Legado Iveagh, Kenwood House, Londres), muestran su incomparable técnica del claroscuro y su profundidad psicológica. Otros importantes artistas holandeses del periodo fueron Frans Hals que, como Rembrandt, pintó retratos de grupo, y Jan van Goyen y Jacob van Ruysdael, que pintaron magníficos paisajes. Hubo numerosos ‘pequeños maestros holandeses’ que destacaron con sus escenas de género, representaciones de la vida cotidiana que deleitaban a la nueva clase media, cuyos miembros se estaban convirtiendo en consumidores de arte. A la cabeza de estos pintores se encontraba Jan Vermeer, cuyas obras, como la Vista de Delft (c. 1660, Mauritshuis, La Haya), aunque de pequeño formato, producen una sensación de espacio ordenado y, sobre todo, denotan un infrecuente dominio de los efectos lumínicos.

8 PINTURA ROCOCÓ

El arte rococó, que floreció en Francia y en Alemania a principios del siglo XVIII, era en muchos aspectos una continuación del barroco, sobre todo en lo concerniente al uso de la luz y de la sombra, y al movimiento compositivo. Sin embargo, es un estilo más ligero y festivo, muy adecuado para la decoración de las residencias parisinas. Entre los pintores del rococó destaca Jean Antoine Watteau, conocido por sus pinturas etéreas de enamorados elegantemente vestidos solazándose en las fêtes galantes (reuniones al aire libre, que estaban de moda); estas fantasías bucólicas fueron muy emuladas por otros artistas franceses. También eran muy populares las escenas mitológicas y pastorales, en las que aparecían mujeres desenfadadas y distinguidas, realizadas por François Boucher y Jean-Honoré Fragonard. Por su parte, J. B. S. Chardin, también destacado como pintor de bodegones, confería a las mujeres el papel de madre y de ama de casa en sus escenas de género. Como ejemplo del estilo rococó en Alemania está la obra del pintor italiano Giovanni Battista Tiepolo, que pasó algún tiempo en Würzburgo; los techos de la sala de la escalera y del salón de recepciones del palacio episcopal de Würzburgo están decorados con sus frescos.

Como parangón a la tradición rococó del continente, se encuentran las obras de tres destacados artistas ingleses del siglo XVIII. William Hogarth era conocido por sus cuadros y grabados de tono moralizante, en los que satirizaba los disparates sociales de su época, como en su famosa serie (primero pintada y después grabada) Casamiento a la moda (1743), en la que relata la ruinosa trayectoria de los matrimonios de conveniencia. Thomas Gainsborough y Joshua Reynolds, siguiendo la tradición establecida por Van Dyck, se centraron en retratar a la aristocracia inglesa. El vigor y la gracia de estos retratos, y su penetrante interpretación psicológica, los elevan del simple retrato social a un incomparable registro de las modas y costumbres de las clases adineradas de la época.

9 PINTURA NEOCLÁSICA

En la segunda mitad del siglo XVIII la pintura experimentó una revolución, cuando el sobrio neoclasicismo vino a sustituir al exuberante estilo rococó. Este resurgimiento clásico en las artes se debió a diferentes acontecimientos. En primer lugar, a mediados del siglo XVIII, se iniciaron muchas excavaciones arqueológicas en Italia y en Grecia, y se publicaron libros con dibujos de antiguas construcciones que los arquitectos ingleses y franceses copiaron con avidez. En segundo lugar, en 1755, el historiador del arte alemán Johann Joachim Winckelmann publicó su ensayo Gedanken über die Nachahmung der Griechischen Werke in der Malerei und Bildhauerkunst (Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura), ensalzando la escultura griega. Esta obra, que ejerció gran influencia sobre los artistas, impresionó sobre todo a cuatro pintores extranjeros residentes en Roma: el escocés Gavin Hamilton, el alemán Anton Raphael Mengs, la suiza Angelika Kauffmann y el estadounidense Benjamin West, que se inspiraron en ella para crear cuadros basados en la literatura clásica.

Fue, sin embargo, el pintor francés Jacques-Louis David el principal defensor del neoclasicismo. También él estaba imbuido de las influencias clásicas recibidas durante su estancia en Roma, y con anterioridad, de las obras del clasicista francés del siglo XVII, Poussin. El sobrio estilo de David armonizaba con los ideales de la Revolución Francesa. Obras como Juramento de los Horacios (1784-1785, Louvre) inspiraban patriotismo; otras, como la Muerte de Sócrates (1787, Museo Metropolitano de Arte), predicaban el estoicismo y la abnegación. David no sólo utilizaba la historia antigua y el mito clásico como fuentes para sus temas, sino que basaba la forma de sus figuras en la escultura antigua. Su gran sucesor fue Jean Auguste Dominique Ingres, a quien se llegó a identificar con la tradición académica en Francia por la fría serenidad de sus líneas y tonos, y por su esmerado interés por el detalle, como en su sorprendente retrato de La condesa de Haussonville (1845, Colección Frick, Nueva York). Sin embargo, ya se encuentran elementos de la tendencia romántica, que pronto sucedería al neoclasicismo, en el interés que Ingres mostraba por los temas no europeos, como lo demuestran sus diferentes cuadros de odaliscas.

David ejerció su influencia sobre muchos otros pintores, entre los que se encontraban varias mujeres que destacaban como seguidoras suyas. Era el caso de Adélaide Labille-Guiard, Marie Guillemine Benoist y Constance Marie Charpentier, algunas de cuyas obras han sido erróneamente atribuidas a David en el pasado; las investigaciones recientes han tratado de identificar sus contribuciones individuales.

10 PINTURA ROMÁNTICA

Sucediendo muy de cerca al neoclasicismo, el movimiento romántico introdujo el gusto por lo medieval y lo misterioso, así como el amor por lo pintoresco y lo sublime de la naturaleza. Se dio rienda suelta a la imaginación individual y a la expresión de la emoción y del estado de ánimo, desbancando al enfoque intelectual razonado de los neoclasicistas. En general, los pintores románticos preferían las técnicas coloristas y pictoricistas al estilo neoclásico, lineal y frío.

10.1 Pintura romántica francesa

Un seguidor de David que acabó por decantarse por el estilo romántico, fue su discípulo Antoine-Jean Gros, conocido por sus retratos de Napoleón con todos sus atributos y por sus lienzos de gran formato representando las campañas napoleónicas. El colega de Gros, Théodore Géricault, se distinguía por su interpretación dramática y monumental de hechos reales. En su obra más conocida, La balsa de la Medusa (1818-1819, Louvre), pone tintes heroicos en los padecimientos de los supervivientes de un naufragio. Este cuadro impresionó sobremanera a Eugène Delacroix, que siguió con el tema del sufrimiento humano en obras tan enérgicas y de tan intenso dramatismo como La matanza de Quíos (1822-1824) y La libertad guiando al pueblo (1830), ambas en el Louvre. Delacroix, al igual que otros pintores románticos, buscó también inspiración para sus obras en la literatura y en los viajes a Oriente Próximo. Más tarde, en el siglo XIX, Delacroix ejercería gran influencia sobre los impresionistas con su técnica divisionista, que consistía en aplicar el color por medio de pequeñas pinceladas de pigmento puro.

Durante el periodo romántico, varios pintores franceses se centraron en vistas de paisajes pintorescos y en escenas sentimentales de la vida rural. Jean-François Millet fue uno de los artistas que se establecieron en el pueblo de Barbizon, cerca de París; con una visión reverente de la naturaleza transformó a los campesinos en símbolos cristianos. Camille Corot, pintor de bosques plateados y poéticos, plasmó los aspectos líricos de la naturaleza, que observó durante sus visitas a Barbizon y en el curso de sus largos viajes por Francia e Italia.

10.2 Pintura romántica inglesa

El paisaje romántico floreció también en Inglaterra, a principios del siglo XIX, de la mano de John Constable y Joseph Mallord William Turner. Ambos artistas, aunque de estilos netamente diferentes, trataban de plasmar los efectos de la luz y de la atmósfera. Los lienzos de Constable son poéticos y expresan la cultivada suavidad de la campiña inglesa, a pesar de su enfoque objetivo y científico, pues el pintor gustaba de pintar al aire libre haciendo numerosos estudios de las formaciones de las nubes y tomando notas de las condiciones lumínicas y climatológicas. Por otra parte, Turner buscó lo sublime de la naturaleza, pintando catastróficas tormentas de nieve o plasmando los elementos —tierra, aire, fuego y agua— de una manera borrosa, casi abstracta. Su manera de disolver las formas en la luz y en veladuras de color tendría gran importancia en el desarrollo de la pintura impresionista francesa.

10.3 Pintura romántica alemana

Caspar David Friedrich es la figura destacada de los artistas románticos alemanes. El paisaje era su medio de expresión preferido y sus hipnóticas obras están imbuidas de misticismo religioso; representaba las transformaciones que experimenta la tierra al amanecer y al atardecer, o bajo la niebla o la bruma, aludiendo quizá a la transitoriedad de la vida. Philipp Otto Runge dedicó también su breve carrera a pintar paisajes místicos y entre su obra destaca La mañana (1808-1809, Kunsthalle, Hamburgo), parte del inacabado ciclo de paisajes alegóricos titulado Las horas del día.

10.4 Pintura romántica estadounidense

El primer artista estadounidense realmente romántico fue Washington Allston, cuyas obras son misteriosas, melancólicas o evocadoras de ensoñaciones poéticas. Al igual que otros románticos, buscó la inspiración en la Biblia, en la poesía y en la literatura, como queda patente en muchas de sus obras. Varios artistas, que trabajaban entre 1820 y 1880, formaron un grupo homogéneo conocido como la Escuela del río Hudson, cuyos enormes lienzos declaran su reverencia por la belleza del paisaje americano. El más notable del grupo es Thomas Cole, cuyas escenas están cargadas de implicaciones morales, como queda patente en su serie épica de cinco pinturas alegóricas, La consumación del Imperio.

En la pintura de paisaje de mediados del siglo XIX surgió una nueva tendencia, definida actualmente como luminismo, centrada en el interés por los efectos atmosféricos de la luz difusa. Entre los pintores luministas cabe destacar a John Frederick Kensett, Martin J. Heade y Fritz Hugh Lane. Se percibe en sus cuadros el mismo sentido de ‘Dios en la naturaleza’ que aparecía en las primeras obras de la Escuela del río Hudson. En contraste con las obras luministas, más pequeñas e intimistas —como las escenas de Kensett en las orillas de Rhode Island—, Frederick E. Church y Albert Bierstadt pintaron sobre enormes lienzos el espectacular panorama de las selvas sudamericanas y del oeste de Estados Unidos. Véase Arte y arquitectura de Estados Unidos.

10.5 Francisco de Goya

Aunque el romanticismo fue el movimiento dominante durante buena parte del siglo XIX, existían otras tendencias artísticas del todo diferentes, y muchos pintores no abrazaron ninguna escuela claramente definida. Por ejemplo, no se puede relacionar a Francisco de Goya con ningún movimiento artístico concreto. Sus obras tempranas son de un estilo rococó atenuado y sus últimos trabajos (entre los que se cuentan la colección de Pinturas negras, actualmente en el Museo del Prado, que decoraban su Quinta) son expresionistas y alucinatorias. En algunos retratos de la familia real como por ejemplo, La familia de Carlos IV (1800, Museo del Prado, Madrid), emuló la fórmula de su compatriota Velázquez (en Las Meninas) incluyéndose ante el caballete. Pero, al revés que la obra de Velázquez, los retratos de Goya no son nunca objetivos; su perspicacia psicológica revela la insulsez de sus modelos y su brillante pincelada recoge sin rodeos sus defectos físicos.

11 REALISMO

Hacia mediados del siglo XIX, el pintor francés Gustave Courbet rechazaba tanto el neoclasicismo como el romanticismo y proclamaba un movimiento individual llamado realismo. No le interesaba la pintura histórica, ni los retratos de los gobernantes, ni los temas exóticos, pues creía que el artista debía ser realista y pintar los acontecimientos cotidianos de la gente común. El entorno elegido para muchos de sus lienzos fue Ornans, su villa natal en el levante francés; allí retrató a obreros construyendo una carretera, a ciudadanos asistiendo a un funeral, o a hombres sentados alrededor de la mesa escuchando música y fumando. Aunque no existía ningún movimiento artístico realista formal, la obra de algunos pintores del siglo XIX presenta tendencias que pudieran ser identificadas como tales. Honoré Daumier, más conocido por sus litografías, pintó pequeños lienzos realistas sobre la vida en las calles de París, y en algunos casos se tacha de realista social a Jean-François Millet, de la Escuela de Barbizon.

12 LA PINTURA DEL SIGLO XIX EN LATINOAMÉRICA

La lucha por la emancipación se extendió a la mayoría de los países de América Latina a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. La búsqueda de nuevos modelos políticos, económicos, artísticos y de pensamiento recayó sobre Francia, y más concretamente sobre París.

En México, en 1846 se contrató a Pelegrín Clavé para dirigir la reapertura de la Academia de San Carlos, organismo desde el que fomentó la temática histórica y el paisajismo con una visión europeísta. La reacción en contra del academicismo corrió a cargo de Juan Cordero, con una interesante producción que introdujo los rasgos mexicanos en la pintura clásica. Los seguidores más destacados del paisajismo fueron Luis Coto y José María de Velasco, a quien se considera el pintor más importante del siglo XIX. El paso al siglo XX quedó marcado por Joaquín Clausell y Julio Ruelas, precursor en el uso de elementos fantásticos, dramáticos y de síntesis en sus alegorías y símbolos.

En Colombia, José María Espinosa y Ramón Torres Méndez plasmaron la vida del siglo XIX en sus dibujos, pinturas y miniaturas.

La tónica en Venezuela fue la exaltación del carácter heroico y militar. La transición la marca Juan Lovera, creador de una escuela cuyo foco era Caracas. La creación del Instituto de Bellas Artes de Venezuela en 1877 dio pie a que se conocieran pintores como el paisajista Ramón Bolet y el muralista Martín Tovar y Tovar. Este último inmortalizó las batallas y los momentos cruciales de la vida nacional en escenas que decoran el Palacio Federal. Arturo Michelena, Antonio Herrera Toro y Tito Salas, entre otros, cultivaron el género histórico, mientras que Cristóbal de Rojas optaba por una temática más libre en la que el claroscuro adquiere mucho peso.

En Chile, la influencia europea provino de la moda francesa y de la presencia de artistas extranjeros. La reacción en contra de esta tendencia fue promovida por la corriente naturalista. Dos de las principales figuras del siglo XIX fueron Juan Francisco González y Pedro Lira. Mientras que el primero optó por el paisaje y la naturaleza, el segundo se decantó por la figura humana.

En Uruguay, Juan Manuel Blanes registró la crónica de la época a través del retrato, del género histórico y del costumbrismo con sus series sobre los gauchos. El delicado colorido de los paisajes de Pedro Figari complementa la reconstrucción vigorosa de los tipos y costumbres uruguayos.

En Argentina se considera, en términos generales, que el arte pictórico verdaderamente argentino tomó forma ya entrado el siglo XIX con el pintor realista Prilidiano Pueyrredón.

13 PINTURA ESTADOUNIDENSE DE FINALES DEL SIGLO XIX

Los tres destacados pintores estadounidenses, Winslow Homer, Thomas Eakins y Albert Pinkham Ryder, trabajaban a finales del siglo XIX independientemente de los principales movimientos artísticos del continente. Homer exploraba la lucha de la humanidad contra las fuerzas de la naturaleza en numerosos óleos y acuarelas del mar y de la costa; como los luministas que le precedieron y los impresionistas de su época —a los que, por otra parte, no le unía nada más—, Homer mostraba un gran interés por la luz y por los efectos atmosféricos. También Eakins utilizó la luz con gran eficacia en sus obras de gran fuerza realista sobre cirujanos —por ejemplo, La clínica Gross (1875, Escuela de Medicina Jefferson, Filadelfia)— y en una serie de representaciones de remeros en el río Schuykill, de gran meticulosidad de detalles. Ryder, por su parte, se pasó de la realidad a la exploración de la personalidad profunda; su reducción de los objetos a dibujos y siluet



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