Goyo - 2006-11-20 00:00:00

En este lienzo el pintor emplea juegos de espacio. En primer lugar, líneas ortogonales convergen en lo que se denomina el punto de fuga, que en este caso es el ojo, que al mismo tiempo, mediante un trompe-l´oeil, construye una reproducción ilusionista  de un marco por el que el espectador es incapaz de distinguir dónde empieza y dónde concluye el cuadro, teniendo además la impresión de que ese gran ojo, sobre el que atrae la atención plena, se encuentra a punto de entrar en el propio espacio del que está mirándolo.

Quizás en esta concepción perspectivista reside el gran acierto de esta solución plástica, desarrollando además dos planos claramente diferenciados, uno principal y otro subordinado a la zona baja de la tela -¿un monstruo?- apenas visible, pero que al mismo parece ser el sostén de la gran parte superior.

¿Qué es lo que se busca? Que el que ve el cuadro se vea absorbido por él, por ese ojo que lo escudriña y quiere tragarlo. Hay una metáfora sobre el control y el poder, la vigilancia y la pérdida de libertad, pero no fisícamente, no los quiere hacer sentir materialmente. 

No está exenta de hallazgos esta obra.