Goyo - 2007-05-09 00:00:00

Este artista, con esta obra, propone una poesía del reconocimiento, pero lo hace desde la palabra de la imagen, desde lo visual escrito, desde la magia que anida en esos rostros, en esos gestos.

Es más que una obra, es un compendio de sensaciones, que  todavía nos atosiga más con esas extremidades que se imponen como caminos abruptos o sendas que permiten con la tonalidad tenue, casi transparente, buscarnos, ir hallando caricias, rozamientos que nos hagan ser más humanos.

La conjunción entre la estructura plástica que se simboliza como un paisaje que sube y baja hasta culminar en esas cumbres que piden un descanso y un perdón, y la expresividad emocional que se desprende de esta intensa relación hace que el lienzo se desboque en nuestra contemplación, que las manos sean las nuestras y también estén procurando la armonía que se esconde destrás de esa posición.

No cabe duda que es una composición donde el orden es primordial para poder captar todo el misterio que lo envuelve y que al mismo tiempo se hace manifiesto, casi puede palparse, hacerse piel en nuestra propia piel.

Obra delicada, emotiva, de soledades y sufrimientos, que es un auténtico goce para nuestra mirada.