Macondo en la Piel del Lienzo. By: Sol de Guatapurí
19 de Junio del 2025 a las 21:40:12 0 Leído (17)
Columna Curatorial: “Macondo en la piel del lienzo”
Por Sol de Guatapurí
En el universo vibrante de Yarime Lobo Baute, cada obra es un portal, una invitación a sumergirse en las entrañas del Valle de Upar, donde la memoria, el mito y la resistencia se entrelazan. Hoy, me detengo ante una de sus piezas emblemáticas de la serie Macondo, Música y Leyenda: un lienzo sin título, pero que bien podría llamarse El canto del cañaguate, por la forma en que sus colores parecen florecer como ese árbol que ilumina el paisaje cesarense. Esta obra, expuesta en el corazón de Valledupar durante una muestra colectiva en 2024, es un testimonio del poder de Yarime para transformar la tela en un relato vivo.
La composición es un estallido controlado. En el centro, un rostro abstracto, casi espectral, emerge de un torbellino de líneas geométricas y curvas libres. Los ojos, apenas sugeridos, parecen mirar más allá del espectador, como si guardaran los secretos del río Guatapurí. El amarillo domina, un amarillo feroz que evoca los pétalos del cañaguate bajo el sol del mediodía, pero se entremezcla con azules profundos que recuerdan las aguas del Cesar y rojos que susurran las heridas y pasiones de una tierra marcada por la historia. La textura, densa y audaz, invita a tocar el lienzo, como si uno pudiera sentir el pulso de la tierra a través de la pintura.
Lo que hace única esta obra es su dualidad: es a la vez un canto a la vida y un lamento por lo perdido. Yarime no se conforma con la superficie; su pincel excava en las capas de la memoria colectiva. Las formas geométricas, que podrían interpretarse como un homenaje a las estructuras ancestrales de los pueblos originarios, dialogan con trazos orgánicos que parecen danzar al ritmo de un vallenato. Es como si la artista hubiera capturado el instante en que la música, la tierra y el alma se encuentran. La obra no es estática; respira, late, invita a escuchar.
Curatorialmente, El canto del cañaguate (como me permito nombrarla) es un desafío. No se deja consumir con una sola mirada; exige tiempo, exige sentir. Es una pieza que funciona tanto en la intimidad de un taller como en la monumentalidad de un espacio público, como los murales que Yarime ha regalado a Valledupar. Su mensaje es claro: el arte no es solo belleza, es resistencia, es memoria, es un puente entre lo que fuimos y lo que soñamos ser. En un mundo que a menudo olvida sus raíces, esta obra es un recordatorio de que el Macondo de Yarime no es un mito literario, sino una realidad que vive en los colores, en los ríos, en nosotros.
Colocada en el contexto de su serie, esta pieza dialoga con otras obras de Macondo, Música y Leyenda, pero destaca por su intensidad emocional. Es un manifiesto de la identidad caribeña, un grito de amor por una tierra que, como dice la propia Yarime, “es amor, no razón”. Para el espectador, es una experiencia sensorial que trasciende la galería: es un viaje al corazón del Valle de Upar, donde el cañaguate sigue floreciendo, a pesar de todo.
Sol de Guatapurí
Valledupar, 19 de junio de 2025