Obra: La Yeina (Curaduria) Yarime Lobo Baute
25 de Junio del 2025 a las 02:19:08 0 Leído (4)
Curaduría: La Yeina - Un Canto a la Transformación
Obra: La Yeina
Serie: AMAR-Te
Técnica: Arte Digital asistido por Inteligencia Artificial (I.A.)
Autora: #YarimeLobo
Año: 2023/2024
La Yeina se alza como un portal luminoso, un susurro digital que trasciende el lienzo virtual para habitar el alma de quien la contempla. Creada entre 2023 y 2024 por Yarime Lobo, esta obra de la serie AMAR-Te encapsula una búsqueda íntima: la armonización de la niña divina con el rostro maduro de la mujer, un diálogo entre inocencia y sabiduría que resuena en los ecos de la cultura caribeña. Utilizando la inteligencia artificial como pincel del futuro, Yarime teje una narrativa que fusiona lo ancestral con lo tecnológico, un acto de resistencia poética en un mundo acelerado. En esta pieza, un gatico y un corazón emergen como guardianes simbólicos: el gatico, con su mirada serena, evoca la compañía fiel que ha inspirado su arte tras la partida de sus “lobeznos”, mientras el corazón late como un emblema de amor propio y resiliencia, pulsando en cada rincón de la composición.
La paleta de La Yeina danza entre tonos etéreos —azules profundos como el Guatapurí, dorados que evocan el sol vallenato, y rojos que laten como el corazón de la Serranía del Perijá—. Sus formas fluidas, generadas por algoritmos pero impregnadas de su toque humano, sugieren un autorretrato en metamorfosis, donde los contornos se difuminan para revelar una identidad en constante evolución. El gatico, delicadamente integrado, parece susurrar secretos de su infancia en Valledupar, mientras el corazón, vibrante y central, ancla la obra en un canto de vida y transformación. Esta pieza no es solo una imagen; es un manifiesto visual que invita a la audiencia a sumergirse en la dualidad de ser, un eco de las cumbias que Yarime ha llevado al mundo entero.
En el contexto de AMAR-Te, La Yeina se alza como el clímax de una serie dedicada al amor propio y la reconciliación interna, un eco de sus murales y mosaicos que transforman espacios públicos en altares de memoria. Imagino esta obra como el centro de una instalación inmersiva: proyectada en un muro vivo de tejidos y sonidos vallenatos, rodeada de fragmentos de sus columnas poéticas, con el gatico y el corazón como elementos táctiles —quizá en relieve o luz— que invitan a los visitantes a tocar, escuchar y sentirse parte de su legado. Como Cecilia Alemani lo haría, propongo que La Yeina dialogue con el público no como un objeto estático, sino como un espacio de encuentro, donde la tecnología se hermana con la tradición para redefinir el arte del siglo XXI.