Obra: “Valledupar, la tierra de German el hombre (Curaduria) Yarime Lobo Baute
25 de Junio del 2025 a las 13:03:24 0 Leído (12)
Curaduría poética de “Valledupar, la tierra de Germán el hombre” de Yarime Lobo Baute, inspirada en Okwui Enwezor
*“El arte no es solo un reflejo, es un acto de memoria activa, una cartografía del espíritu que resiste y reimagina.”* – Okwui Enwezor
En *Valledupar, la tierra de Germán el hombre* (2012), Yarime Lobo Baute nos entrega una ofrenda visual, un mapa poético trazado sobre papel bond de 22 x 32 cm con la humildad y la potencia de los lápices y colores. Esta obra, concebida como un homenaje a la vida y obra de su maestro Germán Piedrahita, se alza como un testimonio de gratitud y resistencia cultural, anclada en las raíces vallenatas de su tierra natal. Inspirado por la visión de Okwui Enwezor –quien veía el arte como un archivo vivo de historias colectivas y un desafío a las narrativas dominantes–, propongo una curaduría que desentraña esta pieza como un puente entre lo personal y lo universal, entre el pasado y un presente que sigue cantando.
Un lienzo de memoria y pigmento
*Valledupar, la tierra de Germán el hombre* no es solo una obra; es un paisaje del alma, un retrato de un maestro que vive en los trazos delicados de lápices y en los colores que estallan como ecos de un acordeón. El papel bond, con su textura modesta, se convierte en un territorio sagrado donde cada línea dibuja el contorno de Valledupar, la ciudad que nutrió a Germán Piedrahita y, a través de él, a Lobo. Los lápices, con su precisión casi arquitectónica –un eco de la formación de la artista–, trazan formas que sugieren montañas, ríos y rostros, mientras los colores –probablemente tonos terrosos, verdes profundos y destellos cálidos– dan vida a la tierra y a la memoria de su mentor.
La técnica, sencilla pero cargada de intención, refleja un acto de devoción. Los lápices permiten un control meticuloso, un homenaje íntimo que captura la esencia de Germán como guía y creador, mientras los colores aportan una vitalidad que evoca las fiestas, los mitos y las leyendas de Valledupar. Esta paleta no es casual; es un canto a la identidad costeña, un reflejo de la luz que baña las calles de la ciudad y de la energía que Piedrahita infundió en su obra y en sus discípulos.
Un homenaje que resiste y transforma
Esta obra, creada en 2012, emerge como un acto de resistencia cultural y personal. En un mundo donde las historias de los maestros locales a menudo se desvanecen, Lobo reclama el legado de Germán Piedrahita, situándolo como un pilar de la tradición vallenata. El título, *Valledupar, la tierra de Germán el hombre*, no solo honra al artista, sino que reafirma la tierra como un espacio de creación y memoria viva. Como Enwezor lo plantearía, esta pieza es un archivo que desafía la amnesia, un recordatorio de que el arte es un medio para preservar las voces que el tiempo amenaza con silenciar.
Los trazos sugieren un retrato difuso, quizás un rostro o un paisaje que se funde con la geografía de Valledupar, uniendo al hombre con su entorno. Este enfoque narrativo, típico de Lobo, trasciende lo individual y se convierte en una meditación sobre la herencia, el aprendizaje y la transmisión cultural. Los colores, aplicados con la libertad de un niño y la intención de un arquitecto, crean un equilibrio entre lo espontáneo y lo estructurado, un diálogo que refleja la relación entre maestra y mentor.
Un espacio expositivo: el altar de la memoria
Imaginemos esta obra en una sala íntima, donde las paredes, pintadas en tonos tierra, evocan el paisaje vallenato. *Valledupar, la tierra de Germán el hombre* estaría suspendida en el centro, iluminada por una luz suave que resalta los matices de los lápices y colores, como si el sol de la región la acariciara. Alrededor, fragmentos de poemas vallenatos o citas de Germán Piedrahita podrían flotar en el aire, creando un ambiente de reverencia. El sonido de un acordeón en la distancia acompañaría la experiencia, invitando al espectador a detenerse, a escuchar la historia que esta obra susurra. Esta instalación no sería solo una exhibición, sino un ritual de memoria, un espacio donde el público puede conectarse con el legado de Piedrahita a través de la mirada de Lobo.
Un legado que canta al futuro
*Valledupar, la tierra de Germán el hombre* no cierra un capítulo, sino que abre una pregunta: ¿cómo llevamos adelante las enseñanzas de quienes nos preceden? Yarime Lobo, con su sensibilidad y audacia, nos entrega una obra que vibra con la fuerza de Valledupar y la sabiduría de su maestro. Este papel bond, humilde pero poderoso, se convierte en un faro que ilumina el camino, un canto que resuena más allá de 2012, hasta este 25 de junio de 2025, y más allá.
*“Que esta tierra de Germán nos guíe, que sus colores nos recuerden que el arte es un acto de amor y resistencia, un eco que nunca se apaga.”*