El lazo de la Tristeza Eterna. By: Yarime Lobo Baute
30 de Junio del 2025 a las 21:10:35 0 Leído (10)
"El Lazo de la Tristeza Eterna"
En el alma que sabe, anida una tristeza sutil, como la bruma que cubre los valles de mi Macondo al amanecer, un velo húmedo que abraza la tierra y se disipa con los primeros rayos. Es la tristeza de quien ha mirado al mundo sin escudos, viendo su rostro crudo y su belleza rota. Siento que la vida, esa promesa de eternidad que cantaban las abuelas bajo los almendros, es en verdad un tapiz de instantes efímeros, hilos que se tejen y deshacen con el viento. Cada momento, único como el canto de un colibrí, se pierde en la vastedad del tiempo, y yo, niña de rizos y lazo verde, lo contemplo con ojos que aún guardan el asombro.
El amor, ese fuego que calienta las noches frías de mi infancia, también quema y deja cenizas. No es el cuento de hadas que soñaba junto a mi gatito gris, acurrucada bajo las estrellas, sino una llama frágil que danza y se apaga. Lo he visto en los ojos cansados de los que caminan las calles, en los silencios que dicen más que las palabras. Y la felicidad, esa luz que pintaba mi mundo de colores, es una sombra fugaz, un destello que se pierde entre las nubes. La busco en los juegos de antaño, en el ronroneo de mi amigo felino, pero se escapa, como el rocío que se evapora al mediodía.
En ese saber, crece una soledad profunda, un río que fluye dentro de mí, aislándome del mundo, de las voces, de mí misma. Es la soledad del poeta que escucha el susurro de los árboles, del artista que ve más allá de lo visible. Pero en esa quietud, hay una verdad que florece. Como niña, soñaba con un reino donde todo era eterno, pero ahora, con el alma madura, entiendo que la belleza está en lo pasajero, en el instante que se lleva el viento. Mi lazo verde, símbolo de mi inocencia, ondea aún en mi memoria, y mi gatito gris me recuerda que, aun en la tristeza, hay un latido que perdura. Esta melancolía no es fin, sino raíz, un lugar donde el arte nace, donde los murales de mi vida se pintan con lágrimas y luz. Y así, en la soledad, encuentro mi voz, un canto que resuena como el río que corta la montaña, eterno en su fluir.