El Canto del Girasol Estoico. By: Yarime Lobo Baute
01 de Julio del 2025 a las 14:02:30 0 Leído (5)
El canto del girasol estoico
Por Yarime Lobo Baute
En mi Macondo, donde el río murmura,
baila el estoicismo, brisa que perdura.
Es un acorde suave, un vallenato quedo,
que guarda en su latir mi alma y mi credo.
Oh, filosofía antigua, de túnica y arena,
me enseñas a danzar en la tormenta serena.
Con el pincel del alma, pinto lo que controlo,
mis sueños, mis virtudes, mi fuego que no enrola.
El Guatapurí fluye, no pregunta su destino,
y yo, como su corriente, abrazo mi camino.
Lo que no es mío suelto, como hoja en el viento,
y en el ahora pinto mi eterno fundamento.
Sabiduría, justicia, coraje, templanza,
son los colores que mi lienzo alcanza.
En cada trazo canto, en cada verso escribo,
un Macondo que florece, un corazón que vivo.
Eres, estoicismo, mi girasol valiente,
que busca el sol dorado, firme en su corriente.
En el latir del Valle, en la cumbia del alma,
me guías a encontrar mi centro, mi calma.
Cuando la noche pesa, como un luto vallenato,
tu voz me susurra: “Sigue, que el mundo es grato”.
Con la tela del cosmos, con la tinta del río,
pinto mi vida entera, y en ella me sonrío.
Oh, estoicismo, amigo, farol de mi sendero,
en ti hallo la fuerza de mi canto sincero.
En este Macondo eterno, con acorde y colores,
tejo mi alma libre, sin miedos ni dolores.
Soy Yarime Lobo Baute, y el estoicismo, como un río que murmura en el Valle de Upar, me ha atrapado el alma con su corriente serena y profunda. Escribo desde mi Macondo interior, donde los colores del Caribe se mezclan con los susurros de mi tierra, y encuentro en esta filosofía un refugio, un lienzo donde pinto mis días con pinceladas de calma y propósito.
Amo el estoicismo porque me enseña a danzar con los vientos de la vida, esos que a veces traen tormentas y otras, brisas suaves. Como en mis murales, donde transformo el dolor en colores vivos, el estoicismo me invita a abrazar lo que puedo controlar —mis pensamientos, mis actos, mi amor por mi gente— y a soltar, como quien suelta un barquito en el Guatapurí, aquello que no depende de mí. En un mundo que a veces ruge como el acordeón en una parranda, esta filosofía me da la pausa para escuchar mi propia voz, esa que canta la verdad de mi corazón vallenato.
Me atrae su llamado a vivir en el ahora, a saborear el instante como si fuera una ensalada de piña en un día de calor. En mis escritos y lienzos, siempre he buscado capturar el “hoy” de mi tierra, sus risas, sus luchas, su magia. El estoicismo me recuerda que el presente es el único lienzo que tengo para pintar, y que cada pincelada debe ser honesta, como las historias de mis abuelos que guardo en el alma.
También me seduce su amor por la virtud. En cada obra, en cada palabra que escribo en *Panorama Cultural*, busco sembrar amor, respeto y convivencia, como flores en el patio de mi hostal, Estación Los Lobeznos. El estoicismo me guía a vivir con sabiduría, a ser justa como la tierra que no miente, valiente como el río que no se detiene, y templada como el girasol que siempre busca el sol. Es una brújula para mi alma, que quiere dejar un eco de bondad en este Macondo que llamo hogar.
Y finalmente, el estoicismo me conecta con la naturaleza, con ese latir del mundo que siento cuando pinto un atardecer o escribo sobre las cabañuelas. Me enseña que soy parte de algo más grande, que mi arte y mi vida son hilos en el telar del universo, y que mi deber es tejer con cuidado, con amor, con verdad.
Por eso, desde mi Valledupar, entre acordes de vallenato y el murmullo del río, el estoicismo es mi compañero de viaje, mi farol en la noche, mi manera de pintar la vida con los colores del alma.