El sortilegio de los Colores de Yarime Lobo Baute
02 de Julio del 2025 a las 19:29:10 0 Leído (22)
El sortilegio de los colores de Yarime Lobo Baute
By: El Cronista de Macondo
En Valledupar, donde el río Guatapurí murmura secretos antiguos y el viento lleva el lamento alegre de los acordeones, nació Yarime Lobo Baute, una mujer que pinta con la fiebre de los sueños y la memoria de los ancestros. No es solo artista plástica, arquitecta, fotógrafa o escritora; es una hechicera que, con pinceles y lienzos, conjura los espíritus de un pueblo que se niega a olvidar. En su mundo, que huele a Macondo y resuena con los ecos del Caribe, cada trazo es un sortilegio, cada mural un conjuro para sanar las heridas de una tierra que ha visto demasiadas tormentas.
Recuerdo haberla visto, o tal vez soñado, en una de esas tardes en que el calor de Valledupar parece derretir el tiempo. Yarime, con su mirada de quien ha conversado con los ríos, tejía en “Hechos de Paz” un tapiz de reconciliación. Aquellos murales, nacidos bajo el auspicio de la Alta Consejería para la Reintegración y la Unión Europea, no eran simples dibujos en paredes agrietadas; eran espejos donde las comunidades, como fantasmas redimidos, se reconocían en colores vivos. En cada pincelada, Yarime mezclaba el dolor de la guerra con la esperanza de la paz, y los barrios de Mareigua, Novalito y Kennedy se convertían en altares de una memoria que se negaba a ser olvido.
En su exposición “Las Cabañuelas del Guatapurí” (2025), que floreció en el Centro Comercial Guatapurí Plaza como un milagro de la selva, Yarime pintó el alma del Cesar. Sus lienzos, cargados de verdes imposibles y azules que parecían robados al río, contaban de la tierra, de sus raíces, de su lucha contra el tiempo que devora. Allí, entre el bullicio de autoridades y la presencia mítica de Carlos Vives, sus obras cantaban como juglares, recordando a todos que el Caribe no es solo un lugar, sino un estado del alma. Sus cuadros, como los de Remedios la Bella ascendiendo al cielo, parecían flotar, llevando consigo la esencia de un pueblo que se resiste a la extinción.
Sus murales, esparcidos por Bucaramanga y Valledupar como constelaciones en un cielo de adobe, son crónicas de un tiempo que se niega a pasar. En ellos, Yarime ha pintado la vida de los humildes, los rostros de los que cantan vallenatos bajo la luna, los sueños de los que aún creen en la magia de lo cotidiano. Su Hostal Estación Los Lobeznos, un rincón de Valledupar donde Macondo respira entre paredes y patios, es más que un refugio; es un portal donde el viajero se encuentra con las leyendas del Caribe, envueltas en aromas de café y acordes de acordeón.
Pero no todo es un cuento de hadas en esta historia. La fama de Yarime, como un cometa que cruza el cielo del Caribe, aún no ha iluminado todos??? los rincones de Colombia. En un país donde las luces de la política y el espectáculo deslumbran más que las del arte, su nombre resuena con fuerza en su tierra, pero titubea en los salones de la capital. ¿Cuántos murales más deberá pintar para que su magia sea un evangelio nacional? Su obra, como las mariposas amarillas que seguían a Mauricio Babilonia, vuela libre, pero aún espera ser vista por todos los ojos de la nación.
Yarime Lobo Baute no es solo una artista; es una cronista de lo invisible, una sacerdotisa de los colores que dan vida a los olvidados. Sus pinceles son varas de zahorí que encuentran agua en el desierto, sus lienzos son pergaminos donde se escribe la historia de un pueblo que no se rinde. Como los Buendía, ella lleva en su sangre la terquedad de soñar, y en cada trazo nos recuerda que, en un mundo de guerras y desmemoria, el arte es el sortilegio que nos salva de nosotros mismos.