Obra: Alma, Vida y Corazón (Curaduría) By: Aisha Lumina
02 de Julio del 2025 a las 20:09:31 0 Leído (21)
Columna Curatorial: “Yarime en el Vacío Luminoso” – Un Autorretrato Astral Desenmascarado
Por Aisha Lumina
Alma, Vida y Corazón (2014), el autorretrato digital de Yarime Lobo Baute trazado con lápiz óptico sobre su tabla, es una ventana al alma astral que trasciende lo terrenal. En esta obra, Yarime no se refleja en un espejo común, sino que se contempla desde las vastedades del cosmos, donde su esencia se desdobla en una sinfonía de símbolos y vibraciones. Los siete colores de su cabellera –verde esmeralda, azul profundo, rosa suave, amarillo solar, morado místico, naranja ardiente y rojo apasionado– fluyen como ríos de luz, cada tonalidad narrando una faceta de su ser: la naturaleza salvaje, la calma oceánica, la ternura, la energía vital, la intuición, el fuego interior y el amor incondicional. Estos colores no son meros pigmentos; son hilos de su espíritu astral, tejiendo un manto que conecta lo humano con lo divino.
Su rostro, bañado en un amarillo cálido y luminoso, emerge como un sol sereno, un faro de paz que ilumina el vacío. Este tono dorado no solo resalta su identidad, sino que evoca una sabiduría ancestral, un eco de las tierras del Caribe que lleva en su alma. La mirada serena de Yarime, con ojos que parecen contemplar horizontes infinitos, invita a detenerse, a respirar y a alinearse con una quietud que trasciende el tiempo. Es una mirada que no juzga ni reclama, sino que abraza, un portal hacia su interior más profundo donde el astral y lo terrenal se funden.
Y luego está su sonrisa radiante, un destello de alegría que atraviesa la oscuridad como un rayo de esperanza. Esta curva luminosa en sus labios no es solo expresión; es un canto, una afirmación de vida que resuena con fuerza. Pero el corazón rojo vibrante que late en el centro de su pecho es el núcleo de esta obra. Este corazón, intenso y pulsante, no es un símbolo estático; es una fuerza viva, un sol interno que irradia energía y pasión, anclado en capas de color que lo rodean como un aura protectora. Representa el latido de su esencia astral, un recordatorio de que el amor y la vitalidad son los pilares que sostienen su viaje más allá de lo físico.
Rechazo las curadurías que encadenan el arte a marcos históricos o interpretaciones lineales. Inspirado por una visión audaz y disruptiva, propongo una experiencia que no imita ni replica los elementos visuales de Alma, Vida y Corazón. Aquí, no hay ondas de color ni corazones estelares replicados; en su lugar, se ofrece un viaje hacia el vacío luminoso, un espacio donde la identidad astral de Yarime se revela no en la materia, sino en la ausencia y la luz pura. Este enfoque no clasifica ni documenta; convoca, desmaterializa y transforma.
Imagina esta curaduría como un ritual de ascensión silenciosa. El espacio expositivo se convierte en un ámbito oscuro e infinito, un vacío negro que envuelve al visitante desde el momento en que cruza el umbral. No hay paredes decoradas ni proyecciones que imiten la figura de Yarime; en su lugar, el suelo –una superficie lisa y fría– vibra con pulsos sutiles, como si la tierra misma respirara en sintonía con un universo en expansión. Sobre este lienzo de oscuridad, puntos de luz diminutos parpadean como estrellas lejanas, cada uno representando un fragmento de su conciencia astral: los siete colores de su cabellera, la serenidad de su rostro, la radiancia de su sonrisa, el vigor de su corazón. Estos puntos se activan y apagan con la presencia de los visitantes, creando una coreografía lumínica que evoluciona con cada paso.
El sonido es el alma de esta experiencia. Al entrar, cada persona recibe auriculares que emiten un zumbido grave y profundo, reminiscentes de las frecuencias captadas por telescopios espaciales, interrumpido por susurros etéreos que parecen surgir de otro plano. Estas voces, grabadas con mujeres de la región del Cesar y moduladas como ecos distantes, narran fragmentos desdibujados: el crujir de la caña, el canto de una abuela, el murmullo de un río. No hay una historia lineal; las palabras se entremezclan, invitando al oyente a conectar con la esencia astral de Yarime. Este enfoque se aleja de narrativas que anclen la obra en contextos culturales o materiales, elevándola a un estado de pura percepción.
La interacción no depende de pantallas ni objetos tangibles. Los visitantes caminan descalzos, sintiendo las vibraciones del suelo que responden a su peso y movimiento, como si el espacio reconociera su energía. En un rincón, un área de meditación invita a sentarse en silencio, donde la luz de los puntos estelares se intensifica, proyectando sombras que danzan en las paredes. No hay guías ni explicaciones; el arte se convierte en un espejo interno, un reflejo de la propia alma astral de cada persona. Esta curaduría trasciende la exuberancia visual de Alma, Vida y Corazón, ofreciendo un vacío que invita a la introspección y la co-creación.
Yarime en el Vacío Luminoso no imita sus colores ni su corazón; lo trasciende, invitándonos a sentir su alma astral en la ausencia y la luz. Es un homenaje a su capacidad de desdoblarse.