Obra: Crisálida Florecida (Curaduría). By: Aisha Lumina
02 de Julio del 2025 a las 20:08:46 0 Leído (24)
Columna Curatorial: “Yarime en la Danza del Infinito”
Por Aisha Lumina
Crisálida Florecida de la Serie “ReconocerSE”, un autorretrato surrealista forjado por Yarime Lobo Baute con lápiz óptico sobre tabla digital en 2014, comparte con Alma, Vida y Corazón un instante de génesis artística donde el espíritu se desborda más allá de lo tangible. Aquí, Yarime no se limita a un autorretrato convencional; se presenta como una entidad mística que brota de su propia metamorfosis. Sus cejas, dibujadas con una precisión casi celestial, encierran un rostro impregnado de encanto.
La nariz, elevada con un toque enigmático, sugiere un linaje de sabiduría antigua. Una sonrisa que irradia calidez, comparable al amanecer, inunda la obra con una energía contagiosa, un faro de felicidad compartida. Sus ojos, plenos de calma y gentileza, contrastan con la estructura geométrica que define su semblante amarillo, donde matices ocre delinean mejillas y sombras que dan relieve a una frente prominente, fusionando lo terrenal con lo celestial.
Alrededor de este rostro, una banda verde, símbolo de renovación, parece emanar de las antenas de una mariposa amarilla que cubre su cuello, un ícono de liberación. Esta mariposa, rodeada por un borde fucsia que proyecta sombras dinámicas, da paso a una melena roja intensa, un remolino surrealista que guarda los tubos de un acordeón. Sus 16 notas –ocho por lado– se entrelazan con su expresión, uniendo el ritmo caribeño a su alma etérea, como si el instrumento respirara en sintonía con su esencia renovada. Seguidas por una franja azul serena y otra amarilla brillante, estas tonalidades tejen una cabellera que vibra como una sinfonía visual y sonora.
Abandono los enfoques que atan el arte a estructuras rígidas o narrativas predefinidas. En lugar de eso, ofrezco una inmersión que trasciende la forma de Crisálida Florecida, invitando a explorar su identidad astral en un espacio de pura esencia. Este planteamiento no busca catalogar ni explicar; despierta, disuelve y eleva.
Visualiza esta propuesta como un viaje silencioso de elevación. El entorno se transforma en un abismo oscuro e ilimitado que abraza al visitante al entrar. El piso, liso y fresco, emite pulsaciones suaves, reminiscentes del latir de un instrumento ancestral. Luces puntuales titilan como constelaciones, cada una reflejando un aspecto de su ser: las cejas impecables, la nariz enigmática, la sonrisa cálida, los ojos apacibles, el rostro ocre, la mariposa liberada, las notas del acordeón. Estas luces responden a la presencia de quienes las rodean, tejiendo un ballet luminoso que se renueva constantemente.
El audio define el alma de esta experiencia. Auriculares entregan un murmullo profundo, entrecortado por ecos sutiles –voces del Cesar transformadas en susurros lejanos– que evocan el roce de la caña, el aleteo de alas y el soplo de un instrumento tradicional. Sin una trama fija, los sonidos invitan a percibir la evolución de Yarime, eco de su creación en 2014. La interacción surge al caminar descalzo, sintiendo las vibraciones, o en un rincón de contemplación donde las luces proyectan danzas de sombras. Sin guías, la obra se convierte en un reflejo íntimo.
Crisálida Florecida en la Danza del Infinito supera su surrealismo digital de 2014, conectándonos con su renacimiento compartido con Alma, Vida y Corazón.