Yarime Lobo: La pincelada que despierta el alma del Caribe
11 de Julio del 2025 a las 12:11:48 0 Leído (36)
Yarime Lobo: La pincelada que despierta el alma del Caribe
En Valledupar, donde el sol acaricia la tierra con la intensidad de un vallenato en su clímax y el río Badillo murmura secretos que solo los árboles entienden, Yarime Lobo Baute camina como si llevara el Caribe entero en su corazón. No es solo una artista, no. Es una "artivista", una tejedora de sueños que con sus pinceles, sus lienzos y su voz da forma a un mundo donde el arte no es un lujo, sino un latido, un refugio, una revolución silenciosa. En el Valle de Upar, donde la vida puede ser tan áspera como el polvo que levanta el viento, Yarime pinta con la furia serena de quien conoce los secretos de la tierra y los transforma en colores que cantan.
No fundó ARTVA, pero su espíritu se entrelaza con esta iniciativa como las raíces de un tamarindo que abrazan la tierra. Invitada a exponer en sus talleres, Yarime llega como un vendaval de luz, llevando el arte a los niños que juegan en las calles polvorientas, a las mujeres que cargan en sus espaldas el peso de la historia, a las comunidades que han aprendido a resistir con la misma fuerza con la que el río se abre paso entre las rocas. En sus manos, el arte no es solo un lienzo colgado en una pared fría; es un espejo donde el Cesar se mira, se reconoce y se levanta. Sus pinceles cuentan historias de barrios que palpitan con vida, de mujeres que bordan su verdad en cada puntada, de niños que descubren que sus sueños pueden tener forma, color y textura.
En los talleres de ARTVA, Yarime es una juglar moderna, una narradora que no canta con palabras, sino con tonos y formas. Enseña a los pequeños a pintar su mundo, a trazar en un lienzo los contornos de sus esperanzas. A las mujeres, les muestra que una aguja y un hilo pueden ser tan poderosos como un grito, cosiendo relatos de resiliencia que no se borran con el tiempo. Y a todos, les recuerda que el arte es un derecho, un puente entre el alma y la realidad, un lenguaje universal que no necesita traducción. Sus obras, expuestas bajo el sol ardiente de Valledupar, son como estandartes de un pueblo que se niega a ser olvidado. Desde murales que visten las paredes de los barrios hasta lienzos que resuenan en el Festival Vallenato, Yarime no solo expone: despierta, sacude, transforma.
Dicen quienes la conocen que su risa es un acorde de acordeón, un eco que se mezcla con el viento y llena el aire de vida. Pero en su mirada hay algo más profundo: la memoria de sus ancestros, el susurro de Patillal y Pueblo Bello, la fuerza de una mujer indígena que lleva en las venas la sal del Caribe y la sabiduría de la Sierra Nevada. No necesita fundar nada para ser cimiento; su presencia es un farol que alumbra los caminos oscuros, una brisa que refresca los días ardientes. En cada taller, en cada exposición, Yarime siembra semillas de cambio. Sus colores son un canto, sus pinceladas un abrazo, sus enseñanzas un recordatorio de que el arte no es para contemplarlo desde lejos: es para vivirlo, para sentirlo en la piel, para llevarlo en el alma.
En Valledupar, donde el vallenato cuenta las historias del corazón, Yarime pinta las del espíritu. Sus lienzos son mapas de un territorio donde la lucha y la belleza se entrelazan, donde la comunidad encuentra en el arte una manera de sanar, de unirse, de soñar. Cada trazo suyo es un acto de resistencia, un desafío a la indiferencia, un homenaje a la gente que, como ella, sabe que la vida es un lienzo en blanco que espera ser llenado con colores valientes. Yarime Lobo no solo pinta: ella teje, ella canta, ella transforma. Y en cada rincón donde su arte florece, el Caribe se vuelve más grande, más vivo, más eterno.