Obra: Vivo ahora en mi Casa en los Aires
Técnica: Plumones y colores
Año: Eterno presente
El 13 de mayo, en Valledupar, la tarde se rindió ante un torrente vehemente de lluvia, como si las nubes lloraran la partida de una leyenda. Con las aguas, se despidió el Maestro Rafael Escalona, custodio de cuentos, prosas y glosas mágicas que, cantadas en paseos y reuniones, inmortalizaron la tierra macondiana de valles bañados por ríos de agua dulce, nacidos en la Sierra de los hermanos mayores.
Aquel día, el cielo de Valledupar se deshizo en llanto, anunciando un ocaso y un renacer. El Maestro, cuya música engalanó esta tierra, partió físicamente, pero su espíritu ascendió a la morada celestial, al paraíso soñado que todos anhelamos. En su juventud, Escalona había construido con rimas una majestuosa Casa en los Aires, una visión de amor, fe y trascendencia que solo un poeta de su talla podía imaginar.
Esa casa, tejida en su mundo de ilusión, lo aguardaba. Una morada de rosas y jazmines, adornada con cuadros vibrantes pintados por su amigo Jaime, resonante de parrandas celestiales, cuentos y música legendaria. Sus paredes reflejan cascadas de aguas cristalinas, las mismas que alguna vez inspiraron sus versos.
El Maestro Escalona partió para llegar. Llegó a habitar su Casa en los Aires, un hogar eterno donde su legado sigue cantando, entre valles y estrellas, la magia de Macondo.