Curaduría: “Este pedazo de acordeón donde llevo el Alma mía” de Yarime Lobo
La obra “Este pedazo de acordeón donde llevo el Alma mía” de Yarime Lobo transforma el Puente Hurtado en un lienzo vivo de memoria y cultura, utilizando la técnica del mosaico para redefinir un espacio arquitectónico como un testimonio artístico y emocional. Esta intervención artística, que contrasta con las imágenes del antes y después del puente, convierte una estructura funcional en un símbolo de identidad y alma colectiva, capturando la esencia de un lugar a través de una paleta vibrante y un diseño cargado de simbolismo. Las teselas, aplicadas en la fachada, narran una historia de transformación y conexión con el alma de la comunidad, utilizando tonos amarillos, rojos, verdes y azules que reflejan la riqueza natural y cultural del entorno.
La composición del mosaico resalta la estructura del puente como un “acordeón”, una metáfora poética que sugiere movimiento, música y flexibilidad emocional. Las imágenes del antes muestran un puente de piedra y metal, funcional pero austero, anclado en un paisaje rocoso y verde. El después revela una metamorfosis visual: la fachada, ahora revestida con mosaicos, presenta un diseño que integra elementos orgánicos —como hojas, flores y curvas sinuosas— con patrones geométricos que evocan el sonido y la vibración de un acordeón. El amarillo brillante de los bordes y las barandillas contrasta con el rojo y el verde de los detalles, simbolizando la vitalidad y el espíritu de la región, mientras que los azules profundos sugieren el río que fluye debajo, uniendo pasado y presente.
Yarime Lobo demuestra un dominio excepcional del mosaico como medio de intervención urbana, utilizando teselas de distintos tamaños y texturas para crear una superficie dinámica que resiste las condiciones al aire libre mientras invita a la contemplación. La técnica permite una integración armoniosa entre la arquitectura y el arte, donde cada fragmento de la fachada se convierte en parte de una narrativa mayor. El título, “Este pedazo de acordeón donde llevo el Alma mía”, infunde a la obra una carga profundamente personal y colectiva, sugiriendo que el puente no solo conecta físicamente dos puntos, sino que también lleva el alma y la historia de quienes lo atraviesan. Este enfoque combina el arte popular con una sensibilidad contemporánea, transformando un elemento utilitario en un espacio de reflexión y orgullo cultural.
“Este pedazo de acordeón donde llevo el Alma mía” trasciende su función estructural para convertirse en un himno visual a la identidad y la memoria. Con su audaz uso del mosaico, Yarime Lobo convierte el Puente Hurtado en un símbolo vivo de la comunidad, dejando una impresión duradera que invita a los transeúntes a detenerse, sentir y recordar la esencia de su tierra.