Descripción e interpretación
Valledupar, la tierra de Germán el hombre se presenta como una obra íntima y evocadora, creada con la delicadeza de los lápices y la vitalidad de los colores sobre el humilde soporte del papel bond. El formato de 22 x 32 cm sugiere una pieza personal, casi como un boceto o un diario visual, donde Lobo rinde tributo a su mentor, Germán Piedrahita, una figura clave en su formación artística y cultural. Los lápices, con su precisión, probablemente trazan contornos suaves que sugieren el paisaje de Valledupar –sus montañas, ríos y calles polvorientas– o tal vez un retrato simbólico de Piedrahita, fusionado con la geografía de la ciudad. Los colores, aplicados con una libertad controlada, podrían incluir tonos terrosos (ocres, marrones) que evocan la tierra vallenata, junto con verdes profundos y destellos cálidos (amarillos, naranjas) que reflejan la luz y la energía de la región.
La técnica mixta de lápices y colores permite una textura rica, donde los primeros aportan detalle y estructura –quizás inspirada en la formación arquitectónica de Lobo–, mientras que los segundos inyectan vida y emoción, reminiscentes de la tradición oral y musical de Valledupar. La obra, como homenaje, trasciende lo personal para convertirse en un retrato colectivo, celebrando la herencia cultural que Piedrahita encarnó y que Lobo perpetúa.
### Contexto y estilo
Realizada en 2012, esta pieza se inscribe en el camino de Lobo como narradora de su identidad vallenata, un tema recurrente en su obra. El estilo podría alinearse con un enfoque naïf o expresionista, donde las formas y colores priorizan la emoción sobre el realismo, reflejando su conexión con la tierra y su maestro. La simplicidad del papel bond contrasta con la profundidad del homenaje, sugiriendo que el verdadero valor reside en la intención y la memoria que la obra porta.